es un pirómano provisto de fuego y extintor.
Proveedor de la vida y de su respectivo estertor.
Embajador de la pasión y del posterior desamor.
Maldito aquel día
en el que te dejé rociar
con un lanzallamas
aquel recodo de mi ser
que no conocía.
Bendito aquel día
en el que surgió el fuego interno.
Bendita y desbocada locura
que creí controlada
y que irse contigo quería.
He preferido quemarme,
convertirme en ceniza contigo,
castigar y rechazar a Cupido
por querer apagarnos.
Numantino orgullo el nuestro
por incendiarnos aún vivos.
Suelta las armas
el envilecido Cupido.
Levitan nuestras almas
sobre el cielo infinito.
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